Yacían en ti intercalados los sueños oscuros, ligeros y profundos.
Masticabas en voz alta y ronca de esos sueños los cielos claros,
tantos, tantos, tantos,
que al no poder tragarlos,
los escupías hacia arriba.
Así se formó la Vía Láctea,
porque todos los caminos convergían en tu alcoba.
Tu alcoba.
Un haz de vías, sendas y senderos peregrinados por,
verbigracia,
ausencias vagantes incluso errantes,
alucinaciones contratadas de antemano a su justiprecio,
fantasías sin principio pero con algún fin
y por paisajes oníricos buscando sentido común.
Todos buscándote a ti.
Todos preguntando por ti.
Todos en la puerta esperando turno.
Así que bajé yo,
que estaba amurallado en la litera de arriba
y les dije a todos que se fueran.
Sí, los amenacé con despertarte.
Entonces, sonaron con inusitado estruendo
las trompetas de Jericó
y tragaste.
